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Música

martes, 28 de abril de 2009

Leyenda




Leyenda sobre el origen del libro « Tao-te-king », dictado por Lao-tse en el camino de la emigración.


A los setenta años ya achacoso,
Sintió el maestro un gran ansia de paz.
Moría la bondad en el pais
Y se iba haciendo fuerte la maldad.
Se abrochó los zapatos

Empaquetó las cosas necesarias.
Pocas.Pero algo había de llevar.
La pipa en que fumaba cada noche.
El libro que leía a todas horas.
Algo de blanco pan

Gozó mirando el valle, y lo olvidó
cuando la senda comenzó a ascender.
Rumiaba el buey, alegre hierba fresca
mientras llevaba al viejo.
Pues iba muy deprisa para él.

Caminó cuatro días entre peñas
Hasta que un aduanero lo paró.
« Alguna cosa de valor ? » »Ninguna »
« Es un Maestro », dijo el joven guía
Del buey.Y el aduanero comprendió.

Y el hombre en un impulso afectuoso,
Aún preguntó : « Que ha llegado a saber ? »
Y el muchacho explicó : « Que el agua blanda
Hasta a la piedra acaba por vencer.
Lo duro pierde »

Aprovechando aquel atardecer,
Tiró el guía del buey, siguiendo el viaje.
Ya se perdían tras de un pino negro
Cuando los alcanzó el buen aduanero.
Les gritaba : »¡Esperadme ! »

« Dime otra vez esl del agua anciano »
Se detuvo el Maestro : »¿Te interesa ? »
« Sólo soy un aduanero », dijo el hombre,
« pero quiero saber quien vencerá ».
Si tu lo sabes, dímelo.

¿Escríbemelo ! ¿Díctalo a este niño !
No lo reserves sólo para tí
En casa te daré tinta y papel.
Y también de cenar.Yo vivo allí.
¿Aceptas mi propuesta ?

Examinó el anciano al adunero :
chaqueta remendada, sin zapatos,
viejo antes de llegar a la vejez.
No era precisamente un triunfador.
Murmuró : »¿Tú también ? »

Había vivido demasiado para
no aceptar tan amable invitación.
« Quien pregunta merece una respuesta.
Parémonos aquí, « dijo en voz alta.
« Hace ya frío », el guía le apoyó.

Echó pie a tierra el sabio de su buey.
Escribieron durante siete días
alimentados por el aduanero,
quien maldecía ahora en voz muy baja
A los contrabandistas.

Una mañana, al fin ochenta y una
sentencias dio el anciano al aduanero.
Y agradeciéndole un pequeño don,
se perdieron detrás del pino negro.
No es fácil encontrar tanta atención.

No celebremos, pues,tan sólo al sabio
cuyo nombre en el libro resplandece.
Al sabio hay que arrancarle su saber.
Al aduanero que se lo pidió
demos gracias también.


Bertolt Brecht


1937, del libro Historias de almanaque, 1939.


Leído en Semana Santa, 2009, espero que os guste






Otro de mis puentes favoritos ;-), no me canso nunca de ir a ver el nivel del agua...

4 comentarios:

Alfredo dijo...

Una bonita historia. Yo siempre digo que si por algo merece la pena saber cosas es por poder compartirlas después con los demás, y que los demás las compartan con uno.

Besos!!

Alfredo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
mariajesusparadela dijo...

Yo debo ser como el aduanero, siempre necesitando aprender. Y, es verdad, el agua blanda acaba venciendo a la piedra dura: un día y otro y otro.
La labor de la enseñanza: no ves nada de un día para otro y, al cabo de los años, descubres que algo, solo algo, has enseñado.

mariadel dijo...

Que preciosidad de foto!!! y too toito
Muakssssssss