Las fotos de éste blog no pueden ser utilizadas sin permiso de la autora.
Todos los derechos reservados.

Música

domingo, 24 de julio de 2011

Pereza

Pereza, sí, esa es la palabra que mejor describe la vuelta a la rutina...Me he propuesto límites, orden y un horario, seré capaz de cumplirlo?, me temo que no, han sido muchos años de horarios estrictos e ineludibles, compromisos laborales y familiares, una vez probada la libertad de hacer y deshacer a mi antojo, me resulta complicado...
He vuelto a dejar atrás la luz mediterránea para reencontrarme con mis montañas, la pertinaz niebla y los días cada vez más cortos de mi transcurrir vital.
Hay miles de fotos pendientes de procesar, clasificar, guardar, duplicar, desechar y hacer ésto, me impide cumplir con los buenos propósitos iniciales, soy una contradicción andante :-(
Dejo un fragmento de una magnífica obra, ha sido un placer recorrer los espacios donde transcure la obra en compañía de S, J, R J , gracias por mostrarme la belleza de la Albufera, la playa de las gaviotas....las excelentes paellas en el mismo pueblo de El Palmar y lo mejor regalarme vuestro tiempo y amistad.Besinos.


" El bosque parecía alejarse hacia el mar, dejando entre él y la Albufera una extensa llanura baja cubierta de vegetación bravía, rasgada a trechos por la tersa lámina de pequeñas lagunas. Era el llano de Sancha. Un rebaño de cabras, guardado por un muchacho, pastaba entre las malezas, y a su vista surgió en la memoria de los hijos de la Albufera la tradición que daba su nombre al llano. Los de tierra adentro que volvían a sus casas después de ganar los grandes jornales de la siega preguntaban quién era la tal Sancha que las mujeres nombraban con cierto terror, y los del lago contaban al forastero más próximo la sencilla leyenda que todos aprendían desde pequeños. Un pastorcillo como el que ahora caminaba por la orilla apacentaba en otros tiempos sus cabras en el mismo llano. Pero esto era muchos años antes, ¡muchos!...; tantos, que ninguno de los viejos que aún vivían en la Albufera conoció al pastor: ni el mismo Tío Paloma. El muchacho vivía como un salvaje en la soledad, y los barqueros que pescaban en el lago le oían gritar desde muy lejos en las mañanas de calma: -¡Sancha! ¡Sancha!..."
Cañas y barro (fragmento)
Vicente Blasco Ibáñez